nixon bender

INTRODUCCIÓN

Política digital no es la página web de un ayuntamiento. No es la oficina de administración gestionando trámites on-line. No es un sistema de votación on-line que elimine el fastidio de los comicios presenciales. Política digital no es, ni siquiera, la cuenta de twitter, el blog o el facebook de un concejal.

Para nosotros la política digital es una nueva política. Y en la nueva política los individuos intervienen, utilizan los medios que están a su alcance como eslabones de una enorme cadena que los interconecta y les da responsabilidad. Mientras los políticos de antes se obsesionan viendo en los ciudadanos activos en esta red a personas más beligerantes y reivindicativas o agendas políticas muy determinadas, los políticos adaptados a su tiempo ven comunidades activas, interesadas e implicadas en al gestión municipal, un auténtico radar que permite detectar temas de interés o generar colaboración ciudadana. La política digital son conversaciones donde los que intervienen se escuchan, se respetan, debaten, afirman, defienden.

[fragmento del blog de 'política digital']

 

 

Nuestra cultura tiene una tradición democrática cambiante. Cada vez que ha sido materialmente factible, nos hemos organizado para dar voz y voto al mayor número posible de ciudadanos en la toma de decisiones (aunque todos sabemos que no siempre han sido todos). Los griegos ya la adoptaron en forma de democracia asamblearia. En una ciudad como Atenas era posible que un grupo de cientos o de pocos miles (según la institución) se reuniera y tomara las decisiones que afectaban a la polis. En estados de mayor tamaño y mayor población, como el de Alejandro Magno o el propio imperio romano, esta forma de organización política no era posible, ya sólo por la falta de tiempo material para llegar a acuerdos comunes. A lo largo de la edad media, existieron algunas formas de democracia en algunas ciudades estado, pero siempre supeditadas al poder de una élite aristocrática.

En los albores de la modernidad, tras el redescubrimiento de la cultura clásica y gracias a los avances tecnológicos que permitieron el nacimiento de los medios de comunicación (la imprenta, especialmente), los pueblos del viejo continente tuvieron la posibilidad de adoptar nuevas formas de democracia en las que fuera posible contar con los intereses de un mayor número de ciudadanos. Por supuesto, con tener la tecnología no bastaba, puesto que había presión por parte grupos de poder económico, aristocrático, militar, etc. Pero lo que sí está claro es que ese avance técnico abrió la puerta a una mayor participación ciudadana en la toma de decisiones, sin importar que la población fuera de millones. Y así tuvo sentido crear una democracia representativa. Con el tiempo, y ahora que la mayoría de los estados tienen decenas o cientos de millones de habitantes, hemos visto no sólo que esa representatividad no basta sino que está ya muy debilitada, sobretodo debido a la existencia de lobbies que controlan, entre otras cosas, la base de ese sistema, los medios de comunicación.

Por eso la necesidad de redemocratizar la vida pública es algo que está cada vez más en la mente de la ciudadanía. Nos encontramos nuevamente en un punto de inflexión histórico en el que la tecnología puede tener una gran incidencia en la organización de la vida pública. Con las nuevas herramientas de comunicación es posible tomar decisiones en cuestión de segundos y por parte de millones de ciudadanos, mientras que sin la tecnología digital esto requeriría de mucho tiempo y sería por lo tanto imposible de realizar.

Nuevas tecnologías y nuevos procesos psicosociales que emergen de la red: éstos son el eje de lo que aquí llamamos política digital. La red entendida como red de redes, es decir, “internet” y aplicaciones que funcionan sobre esa red. Esto está teniendo un incipiente efecto positivo y transformador sobre la política tradicional, en pleno albor de la era digital 2.0. Lo más importante a tener en cuenta para la política digital es la capacidad que nos ofrece la red para establecer conversaciones, interacciones entre ciudadanos, de forma altamente veloz. El método clave de esa interacción es crear, mantener y abrir estas conversaciones en la red, cosa que por parte de los políticos no es fácil de hacer y que requiere cambios importantes en el modo de proceder actual en la esfera política.

Actualmente vivimos en un momento en el que las democracias representativas de los estados-nación están en crisis, entre otras cosas, por el sentimiento de desafección de la ciudadanía, que se puede definir como una actitud cínica y una falta de confianza en el proceso político, en los personajes políticos e instituciones democráticas, que genera distanciamiento y alienación, aunque sin cuestionar la legitimidad del régimen político. Este proceso de desafección incide en la imagen que tenemos de los políticos que gobiernan y también de los que quieren gobernar, cosa que se agrava en los tiempos de crisis económica que estamos viviendo. Los políticos ya no hacen política, se dedican al politiqueo y están corrompidos por la necesidad angustiosa de ganar el juego de las elecciones.

La desafección es la causa de la cínica e incisiva incredulidad con la que se perciben las propuestas que emergen de los representantes parlamentarios. Además, los grandes medios de comunicación no dan la información ni las herramientas necesarias para entender de forma objetiva lo que está pasando, puesto que están influidos por modelos de control de la información de los propios gobiernos o de los grandes poderes económicos, léase grandes corporaciones, bancos, así como otra clase de influencias de alta alcurnia. El ciudadano digital “de a pie” percibe esto como una forma de oligarquía en la que los viejos poderes de las democracias (legislativo, ejecutivo y judicial) tienden a unirse en uno solo, y lo hacen junto con los semiviejos poderes de los media y el poder económico neoliberal. Todo ello, un columbarium de instituciones que, al final, ostentan una renovada forma de despotismo ilustrado.

Obviamente, ésta es una visión simplificada, resultante de una realidad política más compleja. Por eso, cualquier replanteamiento de este sistema en crisis deberá pasar por un proceso de contrastación de la información, una opinión formada y una consiguiente toma de posición respecto a todo ello. La propuesta que emerge de la política digital abre la puerta a una nueva forma de hacer política desligada ya del trabajo de esos políticos distantes, presionados por los poderes económicos. Podemos decir, sin miedo a equivocarnos, que estamos ante una nueva versión histórica de la idea de democracia, la 2.0. Esta política digital es una versión “remasterizada” de la vieja y poco difundida idea de la democracia directa o participativa, sistema en el que, al menos las mayores decisiones, se toman en base a la elección directa de la ciudadanía y no de un pequeño grupo de representantes. Las nuevas tecnologías permiten que esa toma de decisiones se haga de forma segura y a una velocidad sin precedentes.

Es por eso que están emergiendo proyectos desde la ciudadanía para suplir esos espacios que los gobernantes dejan descubiertos. Son necesidades colectivas y que son creadas por muchos y para muchos, aprovechando el potencial de amplificación que ofrece la red. Experiencias en las que los ciudadanos son a la vez impulsores y usuarios, los protagonistas. Un ejemplo podía ser “DIY city” (http://diycity.org), un espacio para pensar la ciudad intentando aglutinar a innovadores, empresarios, hackers, pensadores y personas de mente abierta. El proyecto quiere que se piense la ciudad no tal y como está en estos momentos sino más bien como una ciudad nueva, desde la perspectiva de valores como inteligencia, eficiencia, habitabilidad, sociedad abierta y sostenibilidad (cosa que ya dice mucho de las nuevas mentalidades hijas de la esfera digital). El proyecto se organiza en base a grupos locales por ciudades.

En este libro recopilamos un conjunto de textos que tratan diversas caras de esa nueva realidad política, divididos en tres apartados. En primer lugar, encontramos reflexiones alrededor de las bases conceptuales de la democracia y su actualización en la esfera digital. El segundo apartado está dedicado en la cuestión central de la política digital: la participación ciudadana. Aquí se pretende contrastar la participación del ciudadano en las viejas formas 1.0 (por ejemplo, cuando es usuario de un proceso burocrático), con las formas de participación 2.0, en las que el ciudadano también actúa, produce información y, además, critica la gestión gubernamental de los actores políticos. Finalmente, la tercera sección trata de las nuevas versiones de activismo político, como los nuevos métodos de acción de algunas ONG o, en la cara B de la esfera pública, el arte subversivo y el activismo de los hackers o hacktivismo.
Queremos agradecer a todos los autores que se han prestado a colaborar en esta publicación abierta con sus textos. No sólo porque se trata de unas aportaciones de contenido muy interesantes, sino que sin ellas, este ebook no hubiera tenido la esencia 2.0 que queremos transmitir.

 

Volver al índice

Leave A Comment

Una iniciativa de

Una iniciativa de

Archive