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El compromiso digital – el conocimiento comunitario

José Ramón Insa Alba

 

La gestión del conocimiento comunitario supone la estructuración y el uso de la inteligencia colectiva para alcanzar un desarrollo socio-cultural homogéneo, gradual y creciente sustentado sobre el bagaje de experiencias y sabiduría de los agentes y actores sociales y de los propios ciudadanos.

Se trata de alcanzar un entorno que tenga sus referencias básicas en el capital social, la distribución equitativa y uniforme de la información y la producción del conocimiento en red. Todo ello a partir de dos premisas: el pensamiento crítico como carburante y las estructuras terciarias de participación como maquinaria.

Con ello el papel de la gestión del conocimiento comunitario consiste en constituir un medio de innovación capaz de hacer coincidir e interactuar la tecnología con las relaciones sociales básicas de modo que se permita un desarrollo integral y sostenido de la realidad socio-cultural de una comunidad, más o menos amplia, no delimitada por conceptos físicos (geografía, localidad…)

La emergencia de nuevas necesidades sociales y de nuevas formas de relación hacen necesario el replanteamiento de los viejos esquemas de intervención social, desarrollo comunitario, animación socio-cultural, gestión de la cultura… Estos nuevos sistemas deben permitir una instrumentalización, articulación y promoción del bienestar social integral que sobrepase las técnicas de participación presencial y las conjugue con las estructuras cibernéticas (Aun teniendo en cuenta que toda interacción humana tiene una estructura primordial de presencialidad y, con ello, sea absurdo pretender que este necesario contacto humano pueda fundamentarse de modo exclusivo sobre instrumentos digitales). No debemos olvidar sin embargo que siempre van a quedar focos que de ningún modo podrán acceder a este mundo de las nuevas tecnologías (brecha digital) como hay personas que todavía hoy carecen de los alimentos básicos.

Por consiguiente no se trata de organizar y poner, sin más, al alcance del ciudadano un conjunto de redes y material tecnológico sino de organizar una estructura que movilice y posibilite la intervención activa de todos los sectores de la red social natural (individuos y entramado asociativo común) para producir un tejido social digital en el que el principio de implicación comunitaria tome un cariz más comprometido que el que ahora soportamos. No en vano, y en cualquier momento, los ciudadanos son los que intervienen directamente tanto en el consumo como en la producción de todos los conocimientos circulantes por esta red de inteligencia.

En este modelo la participación no pasa necesariamente por la pertenencia numeraria a colectivos sociales habituales sino que la implicación individual en múltiples proyectos viene a garantizar la pluralidad y objetividad necesarias para el correcto desarrollo social; es decir, desde este modelo la individualidad comprometida adquiere un campo extenso y abonado para interactuar y colaborar en desarrollo de una sociedad justa en el más amplio sentido.

En la Sociedad de la Información ¿cómo se aborda el desarrollo social y comunitario? ¿cómo se plantean las Instituciones y los agentes sociales el uso de las nuevas tecnologías? El poder económico ya se ha preocupado por ofrecer servicios, los más de ellos inútiles y creadores de falsas necesidades (pon en tu móvil la canción de fulanito, llámanos y recibirás los mejores poemas, envía las frases más graciosas…), y nos han involucrado en un progreso engañoso y ficticio que los agentes sociales deben compensar con propuestas que impulsen el sentido motivacional de los individuos y que generen nuevas formas de socialización.

Las redes sociales tampoco se han librado de todo eso. Nos anuncian la maravilla de la comunicación entre “amigos” y lo que somos es perfectas mulas. Cargamos con nosotros el peso de la publicidad allá donde vamos para garantizar beneficios millonarios a los propietarios reales de las estructuras. Y no es cuestión de la maldita seguridad, a favor de ella nos han vendido, y muchos la han comprado con gran placer, una extraordinaria dosis de vigilancia e intromisión en las vidas privadas. De lo que hablo es de una paranoia de falsa socialización que revierte directamente en las arcas descomunales del capital.

Se necesita una auténtica recontextualización, conceptual más que estrucutural, de las redes para posicionarse como un espacio relacional e inductivo, expansivo y difuso que influya de forma decisiva en espacios de socialización. Estructuras para la canalización del conocimiento, para la integración de experiencias. estructuras de participación aumentada, de referencia conceptual. Estructuras que permitan avanzar hacia modelos abiertos sustentados por una dualidad presencialidad/no presencialidad.

En un movimiento centrífugo, hacia fuera, la energía desarrollada se convierte en cooperación, en simbiosis, en la filosofía del procomún como elemento cohesivo, en la generación de conocimiento compartido, una especie de “hackerismo cultural” (no confundir, por favor, hacker con cracker) en el que cada uno devuelve a la red lo que la red le ha dado. Tecnología de la cooperación.

Durante un movimiento centrípeto, hacia adentro, la energía se convierte en acciones internas en las que nuestro objetivo fundamental es el de convertir nuestro territorio (urbano o local o asociativo o colectivo) en campo de acción propicio para el desarrollo. Tecnología de la inducción.

Las redes deben ser un claro referente para el enriquecimiento desde la diversidad, un espacio desde el que se pueda reforzar la característica propia de cada una de las comunidades representadas, un espacio en el que se pueda actuar a partir del respaldo de los comunes. Sólo así resolveremos uno de los problemas más acuciantes que se nos van a generar en los próximos tiempos: la tiranía del pensamiento único, el atropello de la uniformidad.

Las redes en las sociedades híbridas se arman para construir desde la multiplicidad. No existen los criterios uniformes, férreos, no existe la certeza firme. Son en si mismas lo que podríamos llamar redes habilitadoras.

 

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Construidas a partir de la inteligencia colectiva

Como una plataforma conjuntista

Fundamentada sobre el comunitarismo tecnológico

Desde la filosofía del procomún

Hacia la intervención transfronteriza

Ubicadas en el no lugar en el no tiempo

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